Talento joven

El pasado viernes se celebraron en la Universidad de La Laguna (ULL) las jornadas «La formación de los jóvenes investigadores: un futuro complejo«, organizadas por la Asociación de Jóvenes Investigadores de Tenerife (JINTE) y la ULL. Los promotores me invitaron a participar en las mismas, por un lado dando una charla que trató sobre mi visión en relación a las perspectivas que afrontan los jóvenes investigadores y, por otro, siendo uno de los miembros de la mesa redonda con la que concluyó el encuentro.

Como tuve oportunidad de decirles, al inicio de mi charla, a los jóvenes investigadores asistentes, pienso que es muy importante para nuestra sociedad que su presencia se haga visible. Como también lo son sus reivindicaciones. Al demandar un mayor espacio y atención para la ciencia, así como mejores condiciones y oportunidades para los que con su trabajo han de desarrollarla en el presente y futuro inmediato, están realmente trascendiendo el legítimo ámbito del interés personal. Efectivamente, la ciencia no es apropiable individualmente: su titularidad corresponde a la colectividad. Debiera, a estas alturas, ser claro para todo el mundo que la impresionante mejora de las condiciones de vida desde mediados del S. XIX y, especialmente, durante el S. XX tiene su base en la ciencia. ¿A qué se debe el aumento de la longevidad? ¿Y el tratamiento efectivo de enfermedades antes incurables e inhabilitantes? ¿Y la esperanza para las que aún no tienen tales tratamientos? ¿Por qué podemos comunicarnos a través de la red? ¿Y viajar? ¿A qué se debe haber pasado de una economía de subsistencia a otra que, con todas sus dificultades, deja un espacio para el ocio, la cultura, la gastronomía, los deportes…?

Tengo la percepción de que existe una incredulidad en cuanto a la efectividad, aquí y ahora, del esfuerzo científico. Sí, pensaran algunos, probablemente sea cierto que si Flemming no hubiera investigado los efectos antibióticos de la penicilina, las enfermedades infecciosas hubieran continuado devastando a la Humanidad. Pero, una vez descubierta, ¿qué impide que la utilicemos? ¿por qué va nuestra sociedad a dedicar recursos a una investigación, difícil y costosa, si otros con mayor dimensión y mejores medios ya lo hacen?

Pero creo que, quien así piensa, se equivoca. Flemming, Einstein, Marie Curie y tantos otros son la punta del iceberg. Pero de nada valdría sin la contribución, más o menos anónima para el gran público, de miles y miles de personas que, con su investigación, contribuyen cada día, en todo el mundo, al avance del conocimiento y, muy especialmente, a su aprovechamiento. ¿Alguien piensa que una economía puede ser innovadora sin una aportación relevante de la ciencia en el conjunto de su actividad? Si lo hace, se equivoca diametralmente. La actividad investigadora es, también, una actividad empresarial. De hecho, la mayor parte de la actividad investigadora en los países más desarrollados se lleva a cabo en el sector privado. Y se hace así por un interés de las propias empresas, porque lo necesitan para introducir nuevos productos y servicios; en suma, para mejorar su competitividad. La sociedad que renuncie a la investigación renuncia a que su sector productivo sea competitivo. Así de simple. Así de llano.

Son muchos los ejemplos que muestran el impacto de la investigación en la competitividad de las empresas. Thomas Alva Edison fundó el primer laboratorio de investigación industrial hace ciento treinta años. En él se desarrollaron, entre otras muchas innovaciones, la bombilla de filamento incandescente, que nos ha acompañado hasta muy recientemente, el fonógrafo, que produjo el milagro de conservar el sonido, o el micrófono de carbón que hizo posible la telefonía. Desde entonces, las empresas innovadoras, grandes y pequeñas, han destinado cuantiosos recursos a su actividad de I+D.

¿Y los programas públicos? Realmente no han existido de forma sistemática hasta tiempos relativamente recientes. Es cierto que gobernantes ilustrados ampararon la investigación y el conocimiento. Napoleón, aun general, llevó en su campaña militar a Egipto a más de ciento cincuenta científicos. Pero ciertamente no eran programas sistemáticos. La burguesía sustentó históricamente su ascenso social en la ciencia y el conocimiento, que le permitió, por ejemplo, mejorar las técnicas de navegación y de producción. Por ello, especialmente a partir de la Revolución Industrial, los gobiernos fueron progresivamente prestándole atención a las innovaciones que permitían fortalecer al emergente capitalismo industrial, y no ya solo a las puramente militares. En nuestros tiempos, todas las sociedades desarrolladas, entre ellas las económicamente más liberales, destinan cuantiosos recursos a los programas públicos de I+D, que complementan el esfuerzo privado. Por algo será.

Pero vayamos a los jóvenes. ¿Es importante su contribución para la investigación y la ciencia? Viendo la gran barba blanca de Charles Darwin o el venerable y canoso mostacho de Albert Einsten, tal y como seguro que los recordamos por las imágenes más famosas que hay de ellos, uno puede pensar que nacieron ancianos. Que su contribución genial a la humanidad nada tuvo que ver con su juventud, suponiendo que la tuvieran. En todo caso, que sería a pesar de ella. Ya se sabe: los jóvenes son impulsivos y desmesurados…

Ciertamente, los jóvenes no son iguales a quienes ya peinamos canas. Cualquiera que mire para detrás recordará como era. Es muy probable que fuera más impulsivo, tal vez tuviera menos mesura, posiblemente abrigaría más ilusiones y, con toda seguridad, tendría más energía y menos experiencia: el cocktail perfecto para la creatividad y la innovación.

En 1905 Einstein hizo tres gigantescas contribuciones a la física: el movimiento browniano, la teoría especial de relatividad y el efecto fotoeléctrico; por esta última le darían algo más tarde el premio Nobel. Tenía veintiséis años. Diez años más tarde, en 1915, presentó la monumental teoría general de la relatividad, una de las mayores creaciones de la inteligencia humana. Tenía treinta y séis años. ¡Todo un anciano!

No es un caso aislado. En absoluto. Darwin tenía veintidós años cuando se embarcó en el Beagle, y durante cinco años hizo las observaciones que más tarde tuvieron como fruto la teoría de la evolución. Marie Curie, la única persona con dos premios Nobel en dos campos científicos diferentes, obtuvo el primero, en química, a los treinta y séis años y, el segundo, a los cuarenta y cuatro, por los trabajos hechos durante los años anteriores. Rosalind Franklin, había proporcionado a los treinta y dos años la evidencia que llevó a Watson y Cricks a postular la estructura de doble hélice del ADN; ellos tenían veinticinco y treinta y siete. De hecho, es muy frecuente que las grandes creaciones intelectuales, artísticas y empresariales las hagan personas jóvenes. ¿Algunos ejemplos? Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft en 1975, tenían veinte años y veintidós años. Steve Jobs tenía veintiún años cuando fundó Apple con Steve Wozniak, que tenía la friolera de veintiséis. Larry Page y Serguei Brin tenían veinticinco años cuando fundaron Google. Marck Zuckerberg veinte cuando fundó Facebook; y aún no ha cumplido los treinta. Linus Torvalds, creador del sistema operativo Linux, tenía veintidós años cuando comenzó el proyecto. Tim Berners-Lee inventó la web con treinta y cuatro años. Con treinta años, Federico García Lorca había escrito el Romancero Gitano, y los Beatles hicieron su música entre los veinte y los treinta años … El ejemplo de Malala Yousafzai, activista desde los trece años por la escolarización de las niñas, merece una mención muy especial.

La juventud, es creadora. No está secuestrada por los prejuicios y los condicionantes que todos desarrollamos a lo largo de nuestra existencia. Por eso son tan abundantes los ejemplos de personas que hicieron sus más grandes creaciones, en cualquier campo que uno quiera mirar, siendo jóvenes. Algunas personas son capaces de mantener su capacidad creadora durante toda la vida, por ejemplo Picasso o Dalí. Sin embargo, esa capacidad creadora se suele ir perdiendo con la edad y se sustituye con lo que llamamos experiencia.

Las personas que se han hecho famosas por sus obras son, como ya he dicho, sólo la punta del iceberg. El cuerpo del mismo está formado por todas las demás, sin cuya participación no hubieran sido posibles las grandes creaciones, como tampoco las pequeñas, esas que mueven el mundo día a día.

Por todo lo dicho, y por mucho más, es muy importante asegurar la participación de los jóvenes en la investigación, en la economía, facilitar que puedan desarrollar su potencial creador y su contribución a la sociedad. Sin duda será bueno para ellos, lo que ya es una gran razón. Pero será muy bueno para todos los demás. Ninguna sociedad puede permitirse perder el talento joven.

 

3 respuestas a «Talento joven»

  1. Estimado Sr. Alzola,

    estoy muy de acuerdo con gran parte de su post, me ha gustado leerlo de una persona en su posición y aunque se que los recursos de la ACIISI son limitados, estoy seguro que trabajará por mejorar la situación. Aprovecho para hacerle llegar un informe que escribí como representante claustral de los investigadores en formación de la ULPGC. El informe trata de cerca algunos problemas a los que nos enfrentamos los jóvenes investigadores en las islas. Creo que la ULPGC, como única universidad de la isla y una de las dos de la comunidad, juega un papel fundamental en el I+D+i de la región. Usted conoce de primera mano como se gestiona buena parte del dinero público que maneja la universidad y creo que hay muchas cosas por mejorar e incluso por reprochar. Yo ni siquiera hablo de aumentar el gasto o la inversión, sino de gestionar de forma eficiente, transparente y modélica los pocos recursos de los que se dispone. Casos como el de los Ramón y Cajal a los que prácticamente se les ha expulsado de la universidad (usted conoce a uno de ellos) no hacen más que avergonzar a cualquier investigador. El informe es mi visión sesgada de la realidad, pero creo que los números son difíciles de discutir. Espero tenga a bien leerlo y le pido que dentro de sus posibilidades, ayude a cambiar algo. El mensaje que se manda con la actual gestión a los jóvenes investigadores es terrible.

    Dispone del informe en el siguiente enlace:

    Haz clic para acceder a Aythami_Morales_Informe_Investigacion_ULPGC_140301.pdf

    Reciba un cordial saludo,
    Aythami Morales.
    Investigador postdoctoral Juan de la Cierva.

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